De cómo nos toman el pelo
Un conductista inventó los derechos asertivos, y por ello nadie nos hizo ni puto caso
La semana pasada hablamos de la asertividad, y de cómo una forma de terapia absolutamente eficaz se vio desplazada porque las psicólogas empezamos a perseguir la siguiente cosa brillante.
Lo de la asertividad, pero sistemática
Una palabra que se escucha mucho y se usa mucho es asertividad. Como muchos términos de psicología que se han popularizado, a menudo no es exactamente lo que se dice que es.
Hoy vamos a ver en qué consiste y cómo se hace, basándonos en el mejor manual de entrenamiento en asertividad que yo conozco, que es el clásico Cuando digo No, me siento culpable, de Manuel J. Smith. Vamos allá.
Primero, las putas reglas verbales
A ver si pensabas que te ibas a librar, ja.
Mira, hemos hablado de las reglas verbales extensamente, porque las reglas verbales son una parte esencial del análisis funcional.
Por qué pollas haces eso: el análisis funcional
Bueno, la primera noticia que os quiero dar. Sólo hace un mes que salimos a las librerías. Mirad lo que habéis hecho.
Pero esencial. En muy pocos casos no habrá reglas operando en cómo nos comportamos, más aún en el caso de nuestras relaciones con otros.
Las reglas verbales son descripciones de contingencias: si hago esto, pasa esto otro. Cuando pasa A, también pasa B (o B no pasa). Nos dicen cómo deberían ser las cosas, cuando son inflexibles, en vez de cómo son. Esto es un temazo.
Las reglas son cojonudas porque nos permiten aprender sin dolor, en el caso de las cosas que son peligrosas. No tienes que probar esa seta de pinta divertida para ver si te mueres, ya sabes que tu tío lo hizo y murió, y por eso tienes una regla de no comer esas setas con estas características.
Para Smith, la falta de asertividad se va aprendiendo desde chiquitos. Los niños son naturalmente asertivos, afirman lo que quieren y lo que no, y no tienen necesidad de justificar su conducta, o tratar de hacerte sentir culpable para conseguir lo que quieren (aunque eso lo aprenden bien pronto). Esto lo veo mucho con mi hija Valeria, por ejemplo: si quiere ver la tele, te pide ver la tele. Y si le dices que no puede ver la tele por lo que sea, te insiste: pero es que yo quiero ver la tele. Sin más: entiende que desear algo es suficiente para pedirlo, y no desearlo es suficiente para negárselo.
Mi hija Valeria mola muchísimo.
Pero enseguida las reglas de nuestra comunidad verbal (la sociedad) empiezan a apilarse, y la conducta asertiva empieza en muchos casos a ser castigada. De acuerdo con Smith, esto es así porque una persona asertiva es más difícil de ser controlada. Si queremos controlar la conducta de los demás, es (en apariencia al menos) más fácil hacerlo si les inculcamos unas reglas que les permiten ser manipulados.
Para cada uno de nuestros derechos asertivos, los 10 que formula Smith, se ha generado una regla verbal (que él llama creencias infantiles) que hemos asimilado y que nos impide comportarnos de forma agresiva, porque básicamente pensamos que hacer eso está mal.
Por eso, cualquier entrenamiento en asertividad pasa por adiestrar al consultante en cuáles son esos derechos asertivos y cómo los pisotean. Normalmente en esta parte la gente se suele cabrear, que es la reacción universal al darse cuenta de que uno ha hecho bastante el gilipollas toda la vida.
Los derechos asertivos y cómo funcionan
Smith propone 10 derechos asertivos. Otros autores proponen más o menos, lo cuál es comprensible porque los derechos asertivos, como muchas reglas verbales, no dejan de ser reglas arbitrarias. Pero creo que son una buena aproximación a una conducta social más eficaz.
Tienes derecho a ser el juez de tu comportamiento, y asumir las consecuencias del mismo. Este es el principal, los demás son aplicaciones de éste. Para Smith, la aplicación de este derecho es suprimida porque, simplemente, a muchas personas la idea de ser sus propias jueces les asusta, ya sea por miedo a equivocarse y hacer mal, ya sea por temer que una persona que decide ser su propio juez no puede ser controlada fácilmente, o al menos no con las estrategias manipulativas habituales (presión social, culpa, duda de uno mismo y demás). Dice Smith:
Para aquellas personas que temen lo que los demás pueden hacer, nuestra independencia respecto a su influencia resulta algo muy trastornador, como mínimo. Las personas que se sienten trastornadas e inquietas a causa de nuestra independencia consideran que los seres humanos con quienes ellas se relacionan deben estar controlados, porque ellas mismas son impotentes.Tienes derecho a no dar razones o excusas para justificar tu conducta. La creencia irracional que suprime este derecho sería que le debemos explicaciones a los demás porque nosotros no podemos ser los únicos jueces de nuestra conducta. Una contradicción curiosa es que, entonces, esto pone nuestra conducta bajo el juicio de gente que se supone que tampoco puede juzgar su propia conducta. No tiene sentido. Pensar que nuestra conducta debe ser juzgada por los demás nos lleva a comportarnos más por la evitación del castigo social (arbitrario) que por alcanzar un reforzador. Claro, la gente tiene derecho a decirte que no le gusta lo que haces, y entonces podéis hablarlo, llegar a un acuerdo, o pasar de esa gente y asumir las consecuencias de ello, o decidir que modificamos nuestra conducta como nos propone el otro. Pero lo decidimos nosotros.
Tienes derecho a decir “no es mi problema”. Muchas estructuras manipulativas se basan en que se nos entrena para responsabilizarnos de cosas que son problemas de otros1 . Un ejemplo que Smith pone es el del comercio donde, cuando estamos reclamando, el dependiente trata de hacernos marchar diciendo que hay mucha gente haciendo cola y les estamos haciendo esperar, lo cual supone que si el sistema de gestionar las reclamaciones no funciona bien, de alguna manera somos nosotros los que nos tenemos que joder y resolver la espera de los demás, por ejemplo, dejando nuestra queja de lado.
Tienes derecho a cambiar de opinión. La consistencia es algo que en general es valorable, porque nos permite evitar la incertidumbre en las relaciones con los demás. Pero a menudo es una trampa que se usa para atarnos a acuerdos o marcos de relación que ya no queremos, porque es que en el pasado nosotros dijimos que algo nos parecía bien. Y si cambias de idea, tienes que justificar tu parecer o admitir un error (ver derecho 2).
Tienes derecho a equivocarte y ser responsable de tus cagadas. A menudo aceptaremos ser manipulados por otros como “compensación” por un error cometido, porque por lo visto cometer errores es de ser una mala persona. Si cometes errores no eres de fiar, y otros deben regular tu conducta. O intentarán que nos sintamos culpables por algo que es, al final, esencialmente humano. Esta es una de las razones por las que una de las técnicas de manejo de críticas, la aserción negativa, incluye el dejar de pedir disculpas y dar explicaciones cuando nos equivocamos. Por ejemplo, si llegamos tarde y alguien nos lo señala, en vez de contarlos que el metro iba mal o que el perro se puso malo, podemos simplemente decir de modo asertivo “es cierto, he llegado tarde” y dejarlo ahí. Esta es las de las cosas que más cuestan, por lo condicionado que tenemos el disculparnos por todo y dar explicaciones y justificaciones por todo2.
Tienes derecho a decir que no sabes algo. Otra estrategia manipulativa es preguntarnos por cosas que no sabemos (especialmente las consecuencias de nuestras acciones), con objeto de que nos sintamos mal por no saberlo y estemos más dispuestos a renunciar a nuestros deseos. Por ejemplo, si quieres dejar tu trabajo y estudiar una carrera nueva, alguien podría preguntarte por qué pasará si tú no consigues encontrar un nuevo trabajo, o cualquier mierda parecida, por la que deberías quedarte comiendo mierda donde estás. Una respuesta asertiva sería decir “no lo sé, ya veremos.” Según Smith, las formas típicas de esta manipulación serían las preguntas tipo ¿qué pasaría si de repente todo el mundo hiciera o dejar de hacer…?, ¿qué pensaría no sé quién si…?, o ¿qué clase de amigo / marido / persona serías si…?
Tienes derecho a no necesitar la aprobación de los demás. Este es delicado, porque en parte implica que tienes derecho a hacer cosas aunque a otros no les parezca bien, y esto es un tema neblinoso. Pero claro, el problema es que no podemos agradar a todo el mundo, y si lo intentamos vamos a acabar siendo muy desgraciados. Muchas veces la estrategia manipulativa no se basa en hacerte ver que tus acciones podrían causar un perjuicio real a otra persona (que es un motivo razonable para no hacerlo), sino en que alguien podría sentirse disgustado porque no le pareciera bien. También hay ejemplos cotidianos en relaciones comerciales como por ejemplo, cuando nos sirven algo que no queremos en un restaurante, pero no decimos nada por no molestar al camarero. En las relaciones íntimas, como la amistad, la pareja o las familiares, a menudo esto se manifiesta con la retirada del cariño (te dejo de hablar, te miro mal pero cuando preguntas te digo que no pasa nada, y demás), esto es me he enfadado contigo, por lo que si no quieres sufrir una retirada temporal de afecto, harás lo que yo te diga. Pero la realidad es que, como dice Smith, la gente te retira el afecto cuando van a sacar algo, o lo que es lo mismo, cuando la conducta de retirar el afecto implica alguna clase de reforzador. Y es mucho mejor decirle a un amigo “mira, este finde no me apetece este plan, pero hagamos algo otro fin de semana” que tener que andar inventando excusas para no perder su aprobación.
Tienes derecho a ser ilógico. La lógica es una forma de pensar y razonar que vale para muchas cosas, pero que no tiene por qué ser la mejor manera de hacerlo en todos los contextos y, sobre todo, es un conjunto de reglas arbitrarias cuando se trata de aplicarlo a las relaciones humanas. Sobre todo, porque no todas las proposiciones lógicas son ciertas (sobre todo si parten de premisas falsas), ni siempre nos permite predecir qué pasará, ni se aplica en lo que toca a emociones, motivaciones y otras cosas. Los seres humanos somos ilógicos todo el rato, queremos cosas contrarias a la vez. A menudo, por ello, la lógica es algo que usamos para manipular a los demás porque claro, no puedes hacer algo que no sea lógico simplemente porque es lo que te sale de los cojones, si encima esa cosa no le va bien al que le está manipulando. Un ejemplo que me gusta mucho del manual de Smith se puede dar en relaciones de pareja o familiares, donde uno de los participantes, en vez de decir asertivamente mira, es que no me apetece salir esta noche, recurren a argumentos como es que nos vamos a cansar / mañana tendremos que madrugar o movidas de estas, porque claro, no es lógico hacer algo si te vas a cansar. En este caso la respuesta asertiva sería sí, es probable que nos cansemos, ¿y? Pues eso, tú tienes derecho a decidir algo aunque te canses, y luego aceptar al día siguiente lo que sea.
Tienes derecho a admitir que no entiendes algo, y que no tienes por qué entenderlo. Especialmente cuando se trata de adivinar lo que quiere el otro, los tenía que salir de ti, y las expectativas de las demás. Básicamente, la respuesta asertiva ante estas manipulaciones es pues no lo sabía, y no tengo por qué saberlo si no lo dices.
Tienes derecho a decir que te la suda algo. Por ejemplo, ser perfecto o estar constantemente tratando de mejorar, o ser tu mejor versión o alguna mierda así. Tenemos derecho a decir que algo probablemente sea lo mejor, pero que nos da igual, y aceptar las consecuencias de ello.
Como podemos ver, lo que nos proponen estos autores es una forma muy diferente de la habitual de relacionarse. Y mucho más sana e interesante
Claro, para poder aplicar y defender estos derechos, necesitamos algunas técnicas conductuales, y estas serán el objeto de los próximos artículos. Y además de explicar estas técnicas, haremos una explicación funcional de por qué funcionan y por qué son tan útiles. Porque la terapia asertiva es una terapia conductual, y aunque Smith no explique los mecanismos subyacentes a fondo, veremos cómo la desensibilización, la exposición, el modelado y el castigo y reforzamiento juegan un papel esencial.
Bola extra: ¿Por qué Portugal tiene tantísima ansiedad? Formas raras de contestarlo
Este vídeo me puso de mala leche. La semana que viene os explico por qué. ¡Feliz puente!
Esto enlaza muy bien con el concepto de la psicología adleriana de que, para tener relaciones interpersonales verdaderamente igualitarias, debemos separar claramente las tareas que nos incumben de las que incumben al otro. Una cosa que es que ayudemos a los otros con sus tareas, y otra cosa es que las asumamos. La psicología adleriana es una cosa muy interesante, y hablaremos de ello más adelante.
A título personal, este es el que más me cuesta a mí. Especialmente con la puntualidad.
Ramón,me ha gustado mucho tu newsletter pero se me plantean algunas dudas existenciales. ¿Qué pasa entonces con la responsabilidad afectiva? Porque en las relaciones estos derechos los tienen ambas partes y creo que habrá ocasiones en las que incluso sean incompatibles, te pongo un ejemplo: "decido dejar una relación sin dar ningún tipo de explicación", esta conducta se podía apoyar en los 10 derechos, pero, ¿no es esto una falta de responsabilidad afectiva hacia la otra persona? Y que conste que, visto desde la posición de la persona que deja la relación entiendo perfectamente todos estos derechos, pero ¿no se supone que actuar asertivamente también implica hacerlo de forma responsable?
El otro día a mi madre en el banco casi le encasequetan un seguro porque la del banco le había dicho “Charo, esque me dan un piquito si te quedas este seguro que esta super bien, a mi me haces un favor”. No sabes lo que se llegó a rallar mi madre para decirle que “No”. Tuvimos que ensayar en casa y todo. Hay toda una generación entera en España muy chunga por falta de asertividad.
¡Gran artículo!