Sesgo de Confirmación

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¿Puede un rumiante dejar de rumiar?

¿Puede un rumiante dejar de rumiar?

El lenguaje no es como el sistema digestivo de una cabra.

Ramon Nogueras
oct 14, 2024
∙ De pago
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¿Puede un rumiante dejar de rumiar?
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Farming - How to be a Hobbit
Ya, los cerdos no rumian pero es la única puta imagen que he podido encontrar de un hobbit con animales de granja, y que no estuviera hecha por puta IA de mierda, en serio, qué asco.

La semana pasada hicimos un intento de definir qué es la rumia, cuál es su función, y por qué la hacemos. Y cómo nos afecta. Aquí está por si no os acordáis.

De la rumia, la ansiedad y la depresión

Ramon Nogueras
·
October 7, 2024
De la rumia, la ansiedad y la depresión

La rumia es una experiencia humana. Es una conducta normal. Eso es lo primero que hay que entender. Pero como toda conducta normal, puede o no ser útil y puede o no ser un problema. En los próximos artículos vamos a aprender más de lo que queríais y quizá necesitabais saber sobre la ru…

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Bueno. Al final del artículo nos quedamos con la pregunta esencial, que es ¿y qué pollas hacemos con la rumia? ¿Qué hacemos cuando no podemos parar de rumiar? ¿Cómo ayudamos a las personas que vienen a consulta?

Lo primero, educación

Image - Gandalf.manuscripts.png | The One Wiki to Rule Them All ...
Mi psicólogo me ha mandado leer todo esto para la próxima sesión, me cago en mi puta vida

Una de las primeras cosas que hacemos en cualquier proceso psicoterapéutico es la llamada psicoeducación, que es ni más ni menos que explicarle a la persona qué es lo que le pasa y por qué. Esto no sólo comprende explicarle el análisis funcional de su caso (que suele ser al final de la evaluación), sino que empezamos mucho antes, explicando el por qué y para qué generales de procesos como la rumia, la ansiedad, la depresión y otros problemas parecidos. Nuestras metas son:

  1. Normalizar lo que le pasa. A menudo los consultantes, debido a que los problemas psicológicos se representan en los medios de una manera totalmente absurda, vienen a nosotros pensando que lo que les pasa es una cosa única e imposible de resolver, y que los vamos a desahuciar. Doblemente probable si se han pasado años en terapia sin tener avances: es mucho más fácil que acaben echándose la culpa a ellos y su problema que al inútil que les ha tocado1. Cuando aprenden acerca de sus procesos y ven que, además, son comunes a muchas otras personas, esto a menudo les causa un inmenso alivio, y ayuda a cimentar la alianza terapéutica con ellos.

  2. Prepararles para la idea del trabajo entre sesiones y la exposición. Una de las ideas erradas más comunes sobre psicoterapia es que lo que hace el paciente es venir a contarte sus cosas, y que eso, por algún proceso mágico, hará que te des cuenta de algo, y entonces se acabó el problema. O, como en muchas otras películas (El Indomable Will Hunting, te estoy mirando a ti), tu psicólogo te vomitará una diarrea explicativa llena de suposiciones acerca de mierdas inverificables que resonará contigo de tal manera que, después de probablemente odiarle un rato, te des cuenta de lo que te pasa. Muy bonito, pero la realidad es que no funciona así.
    La terapia que funciona requiere que la persona realice cambios en su entorno natural, no en el entorno de la consulta. Tanto el trabajo de registrar la conducta (que en sí ya puede modificarla), leer materiales sobre el tema que ayuden a entender y realizar las tareas, como el trabajo de modificar el entorno para que ciertas conductas sean más probables o menos, o el trabajo de practicar conductas alternativas a aquellas que queremos modificar. La terapia es un montón de trabajo, y ese trabajo se hace fuera de la sesión, sobre todo.

  3. Establecer un plan de acción, unos pasos a seguir y, con ello, una duración aproximada de la terapia. Si bien hay tratamientos como el que propone Watkins, que se estructuran en torno a 12 sesiones, o el de Dugas y Robichaud que va entre 10 y 20, es cierto que a menudo no se trata de poner un número cerrado de sesiones, pero sí es bueno ofrecer una estimación, y una estimación de cuánto durará la evaluación y cuándo empieza la intervención, y con ella, los cambios.

Venga va, al turrón

Ya hemos educado al paciente, vamos a trabajar.

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