Por qué ser anónimo tiene ventajas... o no
Resulta que la evidencia señala que los tecnobros como Zuckerberg no tenían razón, pero que hay que hacer trampas con un experimento para que te salga el cuento.
Lo primero de todo, una de noticias, porque la semana pasada no pudimos tener artículo.
Las profecías se han cumplido, los signos han llegado, las estrellas están en posición y el manuscrito de Por qué pollas haces eso está en manos de la correctora, algunas personas que lo han leído y han dado y dan su feedback, y quitando los cambios y reescrituras que sean inevitables en un libro de este tipo, el proceso está ya prácticamente fuera de mis manos. Si todo va como debe ir, el próximo 21 de marzo lo tendréis en las librerías.
En realidad, esto es mentira, sigo pensando en cosas que añadir y quitar y si por mí fuera, estaría tocando el puto documento hasta que vaya a imprenta el próximo 18 de febrero, pero por suerte no me van a dejar.
Así mismo, os recuerdo que el próximo día 6 de febrero a las 19:00 estaré dando una charla en Alicante y el 7 de febrero a las 20:00 otra en Murcia con la Fundación Mediterrráneo, hablando sobre credulidad, noticias falsas, bulos y cosas así. La entrada es libre y gratuita hasta completar aforo, y son dos teatros grandes y hermosos en los que meternos. En los enlaces tenéis todos los detalles, os esperamos con ganas.
El 9 de febrero grabaré con los amigos de Inesalud un podcast sobre análisis y modificación de conducta, los amigos que han presentado nuestro podcast sobre depresión a los premios Ondas. Y si todo va bien, en breve lo tendréis disponible también.
Y más cosas: estoy preparando cosas con muchísima gente estupenda del mundo de la divulgación y la psicología, como Amautas, enGrama, Conducteam. Psicoflix… Estad atentos.
Dicho esto, volvamos a la agenda regular, aunque sea el viernes por la noche. La semana que viene deberíamos, más o menos, regresar al resumen semanal los lunes y el artículo de los viernes.
Qué pasa con lo del anonimato en las redes
Una pregunta que nos puede surgir a raíz de fenómenos como el de los trolls, del que ya hablamos anteriormente, es si no es una buena idea, para atajar el tema de los trolls, el impedir que la gente comente y se comunique en forma anónima en internet. De acuerdo con los defensores de esta teoría, los trolls se dan por la impunidad que da el hecho de que en internet puedes decir cosas a gente sin exponer tu nombre ni tu rostro, cosas que no dirías a una persona cara a cara.
Ya en 2011 la hermana de Mark Zuckerberg, Randi, dijo que el anonimato en Internet tendría que desaparecer. Hay políticos que se han sumado a ese llamamiento, mientras que otros políticos y grupos activistas dicen que el anonimato puede ser también beneficioso para evitar acosos laborales o de otro tipo, así como para poder proteger a los disidentes políticos en países no democráticos (aunque en los países democráticos puedes acabar en la Audiencia Nacional por hacer chistes sobre Carrero Blanco). Pero claro, las cosas en general son más complejas en lo que toca a la conducta, de lo que políticos o tecnobros nos querrían hacer creer. A fin de cuentas, hay muy buenas razones para sospechar que el interés de los dueños de grandes plataformas como Facebook, Twitter o Google no es el defender a la gente de los trolls malotes, sino tener una información todavía más afinada para poder meternos una sonda anal más dentro (palabra tomada de mi compadre
) y tener todavía más información de lo que hacemos para poder hacer anuncios aún más afinados con que sacarles dinero a los anunciantes, porque lo que es a nosotros no parece que nos influya mucho. La evidencia parece señalar que la publicidad online es una puta mierda en lo tocante a hacer que compremos cosas.En todo caso, hay plataformas que han tomado medidas para perseguir o impedir el anonimato. Facebook ha intentado obligar a sus usuarios a usar sus nombres reales y muchas personas han visto su cuenta forzada a cambiar su nombre para ello. En otras, como Twitter, puedes tener un pseudónimo y no usar tu fotografía, pero la plataforma puede pedirte una prueba de tu identidad, como un DNI, para permitirte usar los servicios que ellos llaman premium, y que en el caso del check azul de Twitter1, normalmente suelen servirte sobre para anunciar que eres tonto y que el algoritmo te hace mucho más molesto que los usuarios de a pie. Se supone sin embargo que, en caso de que seas un troll o incumplas la ley, sería más fácil el poder ponerte en manos de las autoridades.
Tanto da, porque las medidas para ello han tenido el éxito que cabe esperar: una gran parte de las cuentas que actúan en redes sociales no son ni humanos, sino que son bots, además de que hay no pocos humanos que no pueden distinguirse de un bot porque un páramo neuronal es indistinguible de otro. Y, sin embargo, queremos saber la respuesta a la pregunta: ¿el anonimato hace a la gente más agresiva y más troll en redes?
Pues recientemente un estudio parece responder que… no. Al contrario, ciertos niveles de anonimato podrían contribuir a un discurso mucho más civilizado. Este es el estudio:
Los investigadores observaron más de 45 millones de comentarios del periódico Huffington Post a lo largo de unos dos años. Sí, probablemente desarrollaron cáncer leyendo los comentarios del periódico, todo por la ciencia. El caso es que eligieron ese período porque, durante ese tiempo, el periódico tuvo tres políticas diferentes de moderación: en la primera, el anonimato era completo y podías tener múltiples cuentas y hacer el troll sin problemas. Si te bloqueaban una, usabas otra y a volar. Era un paraíso de trolls. A esto se le denomina condición de anonimato volátil.
En una segunda etapa, los usuarios tenían que autentificar sus cuentas (usando su cuenta de Facebook, pero sin mostrar dicha cuenta) pero no tenían que usar sus nombres verdaderos. Otros usuarios no saben quién eres tú, pero la plataforma sí. Si te bloquean, tendrías que hacer una nueva cuenta de Facebook para registrarte, con lo que hay un mayor coste de respuesta, pero puedes ser anónimo. Llamaremos a esta condición anonimato estable. Mientras no te bloqueen, accedes siempre con el mismo usuario de Facebook, vinculado a un pseudónimo, si quieres.
Finalmente, el periódico externalizó completamente los comentarios a Facebook. Esto quiere decir que aparecía tu nombre y avatar de Facebook. Aunque no todo el mundo usaba sus nombres y fotos, mucha gente sí que lo hacía (a fin de cuentas, en sus inicios Facebook apareció como un medio de seguir en contacto o retomar dicho contacto con gente a la que conocías en la vida real, por lo que había un incentivo fuerte para usar tu nombre y foto y facilitar ser encontrado). En algunos casos, tus comentarios en el periódico también podían aparecer en el muro de Facebook y ser visibles al resto de tus contactos, para que pudieran ver cómo te discutías con gente por política en el periódico. Esta es la condición de no-anonimato.
Bien, pues de acuerdo con el estudio que hemos citado, y otros similares (Fredheim et al., 2015), la calidad de los debates y el nivel de uso de palabras ofensivas, insultos y demás fue mayor en el momento en que se alcanzó… el anonimato estable. O sea, la gente se comportaba mejor con una identidad estable, que no tenía por qué ser la suya. Y este fenómeno se atribuye en el estudio de 2015 al efecto de las ventanas rotas, una teoría que viene a decir que, por ejemplo, las señales de incivismo en la ciudad (vandalismo, graffitis, ventanas rotas) alientan el comportamiento delictivo e incívico. Por tanto, en el momento en que eliminas el anonimato volátil y obligas a la gente a comprometerse con una identidad, este efecto moldearía la conducta para desanimar a los trolls. La explicación, tentativa, de los autores del estudio más reciente (Moore, 2018) sería que, aunque no estés jugándote la reputación real, te juegas la reputación en ese foro concretamente (y además el efecto de las ventanas rotas aseguraría que todo el mundo quiera que el foro siga siendo un sitio limpio). Y en algunos casos, tu reputación en un foro concreto en la red puede ser más relevante para ti que tu reputación en la vida real. Quizá has construido una imagen virtual de ti mismo que es para ti más gratificante que tu imagen “real”2 y tienes todo el interés en que la gente siga interactuando contigo. De hecho, de acuerdo con una investigación de la compañía Disqus, que es una compañía que se dedica a proporcionar servicios de gestión de comentarios, la calidad de las discusiones suele ser más alta en condiciones de pseudoanonimato estable: nos comportamos mejor, parece, cuando tenemos una identidad estable, pero no tiene por qué ser la misma que en la vida física.
Todo esto es una susia mentira
Sólo hay un problema con todo este planteamiento. O mejor dicho, no hay un problema con los datos, los datos son los que son y, en efecto, parece ser que un anonimato estable es lo que mejores resultados da. El problema es el tratar de explicar esto con el efecto de las ventanas rotas. Porque veréis: ese efecto es mentira, no existe, y viene de retorcer e inventarse un estudio clásico del conocido y controvertido psicólogo social Philip Zimbardo (Zimbardo, 1969).
En el año 1982, en el número de Marzo, un artículo en la revista The Atlantic, firmado por Kelling y Wilson, cogió el experimento de Zimbardo3 y lo contó a su puta bola para proponer la idea de que, si la policía actuaba con dureza contra el vandalismo y los pequeños delitos, el crimen descendería y la gente se comportaría mejor. Que si la gente veía ventanas rotas y farolas y cabinas de teléfonos sin reparar, y graffiti por todos lados, era mucho más probable que se dieran al delito, pero que calles limpias, cuidadas y demás desanimarían a la gente en su conducta violenta o antisocial.
Esta teoría ha sido muy predominante en materia de seguridad ciudadana, especialmente en EEUU, durante mucho tiempo, desde entonces. ¿El problema? Que está fundada en una mentira. Y esa mentira, basada en un estudio distorsionado de psicología social, ha tenido consecuencias gravísimas a lo largo de décadas. Y de ello hablaremos en el artículo del próximo viernes, que nos alejaremos un poco de las redes, pero tampoco demasiado. Las redes son reales, a fin de cuentas, porque reflejan la realidad, y las leyes de la conducta son las mismas en todas partes.
Un abrazo y hasta el viernes.
Nadie lo llama X, ni siquiera ellos mismos (la URL sigue siendo Twitter.com), y yo no voy a hacer caso al Hombre Más Divorciado del Mundo.
Aunque la suposición de que lo que pasa en las redes no es real me parece una completa soplapollez. Las redes son un contexto social que elicita en nosotros todo tipo de respuestas psicológicas, y lo que pasa en las redes es tan real como lo que pasa fuera de las redes.
Que tiene cojones, porque muchos de los experimentos legendarios de Zimbardo, especialmente el de la prisión de Stanford, han terminado siendo desenmascarados como inventados. De verdad, de la psicología social “clásica” se salva poquísimo.
¿puede citar las fuentes que desacreditan a Zimbardo? Gracias