De la letanía contra el miedo y la terapia de exposición
Una cosa de una de las novelas que me hizo ser psicólogo, que se me ocurrió viendo Twin Peaks
La vocación que te lleva a hacer unas cosas u otras puede venir de muchos sitios, cada persona tiene un camino moldeado por las contingencias.
Mi camino fue la ciencia-ficción. La vocación de ser psicólogo (la otra era desarrollar videojuegos) me vino por dos obras: una fue la trilogía de La Fundación, de Asimov, donde se presenta la psicohistoria, una versión de la psicología social amplificada mediante supercomputadoras que pueden hacer cálculos estadísticos tremendamente complejos, capaz de predecir la caída y resurgimiento de un Imperio Galáctico. Me fascinó la idea de entender las regularidades de la conducta humana (en este caso de las masas) hasta tal punto que pudiéramos predecir las conductas de las sociedades. Como decían allí (más o menos), quizá la conducta de un individuo no se puede predecir, pero la conducta de muchos individuos sí se puede con herramientas estadísticas lo bastante potentes. Y a Asimov no le pilló la crisis de replicación.
La otra (y más importante) fue Dune, de Frank Herbert, que leí poco después, ambos gracias al mismo amigo y su biblioteca de ciencia-ficción (gracias, Pablo). Y este me voló la cabeza aún más. No sólo porque Frank Herbert es (para mi gusto) un mucho narrador que Asimov en cuanto a prosa, y porque crea un mundo con su propio idioma, tradiciones y riqueza y profundidad, al menos insinuados1 sino porque Herbert nos presenta un universo en el que, tras hacer el experimento de crear inteligencias artificiales y que estas trataran de dominar a los humanos (la famosa Jyhad Butleriana), nuestra especie toma un camino contrario, que es el de entender nuestra psicología y nuestra conucta, y hacer evolucionar nuestra capacidad cognitiva y nuestras mentes hasta el punto de la magia, ya que muchos de sus habitantes tienen las mismas capacidades de cálculo que nuestras máquinas actuales, como los Mentat que asesoran a los señores de las Grandes Casas con cálculos probabilísticos hípercomplejos, pero también los misteriosos Navegantes que son capaces de doblar el tiempo y el espacio con sus mentes (y permiten que exista una civilización a través de las estrellas) o la Bene Gesserit, una hermandad de monjas obsesionadas con la eugenesia para producir un Mesías, y que alcanzan un perfecto control del cuerpo mediante diferentes ejercicios. Y estas últimas crearon el ejercicio que os cuento hoy. La legendaria Letanía contra el Miedo.
“No debo tener miedo.
El miedo mata la mente.
El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total.
Afrontaré mi miedo.
Permitiré que pase sobre mí y a através de mí.
Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino.
Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada.
Sólo estaré yo.”
Este ejercicio inventó muchas de las cosas que se hacen en terapias contextuales antes de que existieran las terapias contextuales. Lo siento, Stephen2, la vida es así.
Nota aparte: Curiosamente, la serie de novelas de Frank Herbert me resultaron fascinantes porque, no sé de dónde la saqué, tenía la idea de que Herebert era un psicólogo que desarrollaba sus ideas en forma de novela de ciencia-ficción, y en realidad era un periodista y, para rematar, bastante facha y bastante mierda con su hijo, porque era homosexual3. Pero para cuando me enteré, ya había leído las novelas una pila de veces y ya quería ser psicólogo. Así que bueno, un error que acabó siendo una cosa buena.
La terapia es una puta mierda, pero la buena es como el gom jabbar
Una cosa que descubres cuando empiezas a estudiar y te planteas dedicarte a la psicoterapia, es que la psicoterapia es una puta mierda, pero no por las razones que pensamos.
La imagen popular de la terapia es la imagen de un viaje de descubrimiento: la gente cree, porque cree en inconscientes y mierdas similares, que lo importante es descubrir, es la explicación. Si yo entiendo por qué me pasa esto (que a menudo no es más que una fábula improvisada por el terapeuta de turno en base a la información sesgada e incompleta del consultante), entonces de alguna manera se va a solucionar lo que me pasa. Por eso la gente se puede pasar a vida yendo a sesiones donde lo único que hace es hablar y elucubrar con interesantes historias que, supuestamente, permiten descubrir aquello que está escondido. La puta historia interminable, a tanto la sesión. Como modelo de negocio impecable, como terapia ya si eso hablamos.
Claro, la gente acepta que la terapia es dolorosa porque descubrir cosas que no sabías a menudo puede ser difícil, porque claro, no te gusta darte cuenta de que en realidad odias a tu madre porque te destetó muy pronto. O que todos tus problemas en realidad vienen de que no crees que te puedan amar. O vete a saber qué mierda ha leído el terapeuta esa semana. Pero bueno, en la consulta se va a llorar. No pasa nada. Y después de llorar, estás mejor. ¿No? Porque es catártico y yo qué sé.
Saber la causa de un cáncer no cura el cáncer
El problema con la hipótesis de que lo importante es la explicación es que… no tiene sentido práctico.
Ya que a la gente le gusta la analogía de la enfermedad, vamos a usarla: supón que tu médico te dice que tienes un cáncer. Y entonces tú, lógicamente preocupado/a, le preguntas, y el médico se pone a contarte que tu cáncer está causado por una combinación de predisposiciones genéticas que se han combinado con unos disparadores ambientales determinados, y un componente de azar que ha dado lugar a que unas células se reproduzcan de forma anómala, y eso es un cáncer.
Y tú te quedas igual, porque a ti saber de dónde viene en su origen el cáncer te importa tres mierdas. Lo importante, lo que quieres saber, es qué coño hacemos. ¿Tengo que pasar por una quimioterapia? ¿Radioterapia? ¿Una operación? ¿No hago nada? Eso es lo que importa, da igual si el cáncer es por una maldición ancestral, una condición genética, o lo que sea, más allá de si la causa dicta lo que tenemos que hacer. Pero en sí misma, la explicación de la causa no resuelve nada.
El gom jabbar del análisis funcional
Entran los conductistas.
En la terapia de conducta, la explicación de la causa (hipótesis de origen) no es tan importante como por qué el problema se mantiene (hipótesis de mantenimiento). En buena medida porque la hipótesis de origen puede ser muy especulativa (la información siempre será incompleta y sesgada), pero sobre todo porque muchas veces los factores en el origen de la conducta problema no son los mismos que la mantienen en la actualidad, que es donde debemos incidir. Y en un montón de casos y en un montón de problemas, el factor que mantiene el problema es la evitación de alguna clase de malestar. Hacemos esas cosas que llamamos problemas psicológicos, porque los problemas psicológicos no se tienen, se hacen, porque a corto plazo evitamos un malestar, aunque a medio y largo plazo nos jode la vida.
Y por ello en terapia de conducta trabajamos muchísimo la exposición. Exponerte a lo que te da miedo, a lo que te causa malestar, a lo que te dices que no puedes soportar, y dejar de hacer las mierdas que haces para tratar de aminorar ese malestar y que son las que te están realmente jodiendo la vida. En el análisis funcional encontramos esas conductas de evitación y entrenamos a la persona para que las discrimine (se dé cuenta de cuándo y por qué las hace) y las sustituya por otras de afrontamiento, que a corto plazo se lo van a hacer pasar muy mal, pero a medio y largo plazo le dejarán vivir mejor.
Y eso es lo que hace de la terapia una puta mierda. No es que el consultante lo pasa mal en sesión y llora, no es eso. Es que le vamos a pedir que salga de la sesión, vuelva a su contexto, que es donde está su sufrimiento, meta la mano en la caja del dolor y la deje ahí. Una vez, y otra, y otra. Y no, no puedes consumir. No puedes buscar en Google qué será lo que te pasa. Si vienen los pensamientos malos no puedes tratar de suprimirlos, ni racionalizarlos (hola, terapia cognitiva), ni dejar de ir a los sitios o de hacer las cosas que te dan miedo. Tienes que quedarte con el miedo, con el dolor, con la angustia, con la vergüenza, con lo que sea, y no hacer nada. Porque tus intentos de hacer algo es lo que te están jodiendo la vida.

Hay quien opina, y no carece de mérito la idea, de que todas las terapias en realidad funcionan porque en todas, de un modo u otro, se le pide a los consultantes que se expongan a cosas que son desagradables y se habitúen a ellas. La idea de que toda terapia es una terapia de exposición no es una idea nueva, por ejemplo, este artículo ya apuntaba hace unos años a que puede ser un proceso común a las diferentes terapias, y una posible razón del bulo de que todas las terapias son válidas porque, en algunos estudios (bien truchos), todas parecen mostrar una eficacia comparable4. Esa es la hipótesis del dodo y es una sandez. Pero eso para otro día.
En la novela, la Reverenda Madre Gaius Helen Mohian pone a prueba a Paul Atreides para ver si es el Kwisatz Haderach, el Elegido, el Mesías. Y lo pone a prueba para ver si es… humano. Porque la Reverenda Madre, Decidora de Verdad del Emperador Shaddam Padishah IV de la Casa Corrino en persona, le explica a Paul que un animal atrapado en un cepo se roe la pata y se la corta para escapar. Pero que un humano es capaz de esperar a que aparezcan los cazadores, fingiendo estar muerto, para poder matar a un peligro para los suyos aunque sea a costa de su vida. La conducta del animal no humano está gobernada por la evitación inmediata, por el escape. La conducta del humano está gobernada por valores y reglas que discriminan reforzadores superiores y demorados, controlada por unas metas mayores que lo inmediato y uno mismo (en términos de análisis de conducta).
¿A que no esperabais que pudiéramos meter ciencia - ficción y análisis de conducta juntos? Pues toma.
(Claro, hablamos de esto el otro día, y seguiremos hablando de ello. Aquí).
Cuando vas a terapia, te sometes a tu gom jabbar. No hay más que dolor en la caja, no hay más que un sufrimiento terrorífico e inacabable, y si tratas de evitarlo sacando la mano la monja psicópata que te está probando te pinchará con la aguja y morirás5.
Pero, y esta es la parte donde el gom jabbar más se parece a la terapia de exposición: si aguantas lo suficiente y la Bene Gesserit apaga la caja, cuando sacas la mano, no hay nada. Tu mano está bien. Porque ese dolor nunca fue un daño físico, no tenías por qué evitarlo, podías hacer cosas a pesar de ello, pero tú estás bien, tu mano está bien. No pasa nada. Y el miedo y el dolor no han dejado nada. Sólo estás tú.
O por citar otro magnífico universo de ciencia-ficción, el de Warhammer 40.000, en el lema del Officio Assassinorum, los Asesinos que sirven al Emperador de la Humanidad:
El dolor es una ilusión de los sentidos. El miedo es una ilusión de la mente.
Y cómo se te ocurre esto
Porque estoy volviendo a ver Twin Peaks, de David Lynch, y me he acordado de que Lynch hizo una estrambótica y maravillosa adaptación de Dune, y me he acordado de la letanía y ya está. Condicionamiento clásico, funcionamos de modo asociativo. Madre mía, la tercera temporada qué bruta que es.
Mis amigos hacen cosas
Este pasado fin de semana tuvo lugar el Psicofest en Salamanca, en vez de en Granada como es propio y tradicional y en fin, no seguiré por ahí. Pero este año eligieron como presentadora a mi amiga del alma Alba Sotelino, que es además una compañera y psicóloga maravillosa, con la que este año, y junto a Luis de Amores, vamos a sacar unas cositas la mar de interesantes. Alba hace divulgación sobre todo en su Instagram, que tenéis aquí si usáis esa red social.
Tomad, de regalo
Lo mismo me tatúo este diseño también, pero os lo dejo con el enlace a la web del tío que lo diseñó. Hay gente en redes que opina que un psicólogo no puede tener tatuajes, así que probablemente sea la mejor idea hacer lo contrario de lo que esa gente opina. Como suele ocurrir, por otro lado, con ese tipo de gente desde antes de las redes.
Y como enorme fan de la Tierra Media, pues esto me gusta un montón.
Stephen C. Hayes, el creador de la terapia de aceptación y compromiso.
De hecho, prohibió a ese hijo el visitar a su madre en su lecho de muerte, y otras cosicas.
Esto da para un artículo (en breve, aunque no sea breve).
No estoy diciendo con esto que los psicólogos debiéramos vestir como en Dune, aunque en realidad sí lo estoy diciendo.
A mi también me conmovió la letanía. En mi caso, la conocí cuando ya llevaba muchos años en la práctica del budismo zen, y como no conocía al autor -no soy lector de ciencia ficción-, no pude evitar vincular la doctrina budista a lo que me parecía un mantra clásico.
En cuanto a la exposición, cuando un monje te muestra como hacer zazen en primer y único lugar te recomienda dos cosas: observar la respiración y no rechazar o quedar "atado" a nada (pensamientos, emociones, sensanciones, etc).
El artículo es muy bueno para neófitos como yo; no conocía el concepto de hipótesis de mantenimiento, y me resulta muy interesante, ya que incurro en todos los errores que señalas desde hace muchos años, mae-mía.
Con lo que no estoy de acuerdo es -si entendí bien- que consideres un error haber leído al autor porque era un facha e idiota al maltratar a su hijo homosexual. Claro que lo era; claro que maltratar a alguien por esa razón (y casi por cualquier otra) es inadmisible, ¿pero de haberlo sabido no hubieras leído sus trabajos?
Me gusta mucho cómo haces foco en temas o puntos que muchos pasan por alto. Esto de preguntarse qué es lo que mantiene un problema antes de cuál es su causa, a veces me ha llevado varias consultas para que mis consultantes lo comprendan. Especialmente los que vienen de otras experiencias terapéuticas. Es muy gracioso ver sus caras mirándome y pensando "pero está loca, no quiere saber que mi madre fue la que me puso ese trauma si es taaaan obvio". Y vuelven sobre eso una y otra vez. Hasta que finalmente, cuando hacen el cambio de paradigma, algo se suelta, casi que se escucha un click, y de ahí en más todo fluye diferente.