Sobre el porno y la psicología (III): Trátame como a tu perra
De la violencia y la agresión contra las mujeres
Una de las supuestas consecuencias psicológicas de ver porno sería que te puedes volver más agresivo con el consumo, lo cual acabaría incrementando el riesgo de cometer agresiones sexuales. Esto además se agravaría porque, según alguna gente, el porno es cada vez más violento y cada vez se centra más en escenas de agresión y degradación de las mujeres.
En la entrada anterior vimos que el aumento en el acceso al porno no causaba un incremento de las agresiones sexuales.
Pero bueno, quizá sea cierto que el porno se ha ido haciendo más y más violento con los años. Así mismo, hay quien sostiene que, por un fenómeno de habituación, la gente que consume habitualmente porno iría necesitando contenido más y más violento para excitarse, al habituarse al normal. ¿Qué hay de cierto en eso?
Si habéis estado siguiendo esta serie, ya podréis anticipar lo que viene a continuación.
Qué es violencia, dices clavando en mi pupila tu pupila azul.
La primera cosa jodida es, simplemente, definir qué es la violencia.
En ciencias sociales, una definición comúnmente aceptada es que se trata de un comportamiento de un organismo hacia otro, con el objetivo de causar daño a este último, que trataría de evitarlo si es posible. De acuerdo con Hamby, una definición lo bastante sólida debería incluir 4 elementos esenciales: una conducta que es (a) intencional (excluyendo accidentes), (b) no deseada por una de las partes, (c) no esencial y por ello evitable, y (d) dañina (Hamby, S. (2017). On defining violence, and why it matters. Psychology of Violence, 7, 167-180. https://doi.org/10.1037/vio0000117).
A efectos de este artículo, usaremos esta definición. Si usamos esa definición, entonces los vídeos violentos en el porno serían aquellos en los que se realizan actos dañinos y no deseados, no consensuados, de los que la víctima no puede escapar.
¿Cuánta violencia hay en el porno?
Según algunos hiperventilados, tanto nacionales como internacionales, un montón. Algunos de ellos llegan a decir que el 90% de los vídeos de porno muestran violencia, especialmente violencia contra las mujeres.
¿De dónde sale este número? Pues, evidentemente, de un libro sensacionalista. En 2010 una autora llamada Gail Dines publicó Pornland: How Porn Has Hijacked Our Sexuality, donde esta socióloga menciona que el 88% del porno contiene violencia, y ya puestos pues redondeamos.
¿De dónde sale esa cifra? Pues de este estudio (Bridges, 2010). Claro, es muy malo basarse en un solo estudio, porque de todos los estudios que se habían hecho hasta entonces sobre este tema, Dines se fue al que daba un valor más alto, pero no sólo eso, sino que el siguiente estudio que daba un valor alto (Palys, 1986) daba sólo un 36%. Menos de la mitad. De modo que Dines se fue directamente al más titulárido, que los pánicos morales no se hacen solos. Los demás estudios sobre este tema dan cifras más y más bajas, hasta llegar al de McKee (2005), que encontraba que sólo el 2% de los vídeos pornográficos revisados mostraban violencia contra las mujeres en esas escenas.
¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede ser que un estudio saque que casi un 90% de violencia, y otro sólo un 2%? Pues tan fácil como que usan definiciones de violencia muy diferentes.
De los 5 estudios disponibles en el momento en el que Gail Dines publicó su libro, 4 de ellos consideran que el BDSM consensuado es violencia. Por tanto, claro, si contamos actos consensuados como violentos, y definimos como violencia todo lo que no sea el misionero, pues así te sale el número que quieres. Pero cuando McKee hace su investigación, usa el siguiente criterio:
“I did not count consensual acts of sadomasochism, bondage, and domination as ‘violence’ because they include no intent to harm and no motivation to avoid such treatment. In BDSM scenes, there is no point at which consent is not clear. All participants make it explicit that they are willing participants.”
O sea, que cuando una mujer es atada pero lo es de manera voluntaria, o cuando evidencia disfrute por recibir un azote, no contaría como un acto de violencia sino, simplemente, como una práctica sexual consensuada más. Como los otros estudios ignoraban el BDSM (y cualquier otra forma de sexo más o menos duro pero consentido por todas las partes), sobreestimaban la cantidad de violencia en el porno.
Un estudio australiano reciente (Carrotte, 2020) analizó 23 estudios publicados sobre pornografía y violencia entre 1986 (el estudio de Palys) hasta 2017. De este modo, se cubría la evolución de la violencia en la pornografía en VHS, DVD e internet. Generaciones enteras de gente tocando la zambomba y sacando callos en los dedos. Los estudios revisados cubrían las siguientes conductas sexuales:
Sexo oral al hombre: 71 %
Penetración vaginal: 70%
Eyaculación masculina: 67%
Sexo oral a la mujer: 45%
BDSM con el hombre dominando a la mujer: 39%
Besos: 34%
Mujeres siendo azotadas: 27%
Sexo anal: 22%
Mujeres amordazadas: 19%
Orgasmos femeninos: 17%
Sexo grupal: 15%
BDSM con la mujer dominando al hombre: 13%
Sexo oral anal: 10%
Insultos y lenguaje vejatorio: 7%
Violación: 4%
Bondage: 3%
Tirones de pelo: 3%
Hombres amordazados: 3%
Hombres azotados: 1%
Asfixia sexual a mujeres: 1%
El porno no es completamente no violento, existe violencia y se ven actos no consensuados, pero después de realizar un análisis de contenido exhaustivo, vemos que la violencia en el porno es rara y poco frecuente.
Por otro lado, Shor y Seida (2020) analizaron tanto el contenido como la conducta de los usuarios de PornHub, la plataforma más grande de porno del mundo. En el capítulo 5 de su obra Aggression in Pornography: Myths and Realities, llegan a conclusiones similares a las de Carrotte (2020) y McKee (2005): sólo el 1,4% de los vídeos más vistos en la plataforma muestran actos violentos no consensuados. Analizando los vídeos más vistos en la plataforma a lo largo de un período de tiempo, se encontró que la aplastante mayoría de los usuarios prefieren material no violento, donde las prácticas sexuales son consensuadas. Y esta distinción es importante, porque esos son los vídeos que el algoritmo de PornHub va a presentarte cuando accedes a la web.
Bola extra: de la minoría de usuarios que buscaban contenido violento o agresivo hacia las mujeres, o mostraban prácticas consensuadas pero duras, la mayoría eran… mujeres. Las entrevistas con los usuarios, tanto hombres como mujeres, que consumían este tipo de material enfatizaban igualmente que el consentimiento era esencial, y que la agresión era excitante sólo en la medida que era deseada por la mujer.
Pero el porno que es violento se va volviendo más y más violento, ¿no?
Tampoco. Mecachis.
Shor y Seida, en ese mismo capítulo, examinan esta afirmación analizando una muestra aleatoria de vídeos en PornHub, entre 2008 y 2016, para ver si aumentaba alguno de estos indicadores: agresión visible, agresión no consentida, y agresión en los títulos del vídeo). Aunque las cifras de vídeos fluctuaban en diferentes años, no se encontró ninguna tendencia al alza en ninguno de estos indicadores, siendo más o menos estable. De las conclusiones del capítulo:
We found no support for the claim that most of mainstream, freely available online pornography is aggressive. First, visible aggression was present in less than 40% of the videos in a random sample from PornHub and in less than 13% of the 70 most-watched videos on this website. Second, even in videos that included aggression, aggressive acts accounted for only about 6% of the entire duration of the video and were mostly overshadowed by depictions of affection, passion, and even compassion. Third, most of these aggressive acts were ones that the viewers we interviewed actually consid-ered to be non-aggressive—mostly due to perceived consent—or, at most, they included mild acts of aggression, such as moderate spanking and hair pulling. Finally, non-consensual acts—the only acts that most of the viewers we interviewed actually defined as aggression—were very infrequent.
O sea, que los vídeos con agresión son infrecuentes, en los vídeos las conductas agresivas sólo ocupan una pequeña parte del tiempo y a menudo van acompañadas de conductas de afecto y cuidado, como corresponde a actos sexuales consentidos.
The second assertion, according to which pornography is getting “harder and harder,” was also not supported by our data and analyses. We found no evidence for an uptake in the number of videos depicting visual aggression uploaded to PornHub over the last decade. Furthermore, we found a significant decrease in the average length of scenes that included such visibly aggressive acts, as well as an overall downward trend in the number of videos containing non-consensual aggression and in the num-ber of video titles that suggested aggression.
Resumiendo: no se ha encontrado un aumento en el número de vídeos que muestran agresión a lo largo de una década, y de hecho las escenas mostrando conductas agresivas han ido acortándose con el tiempo. Así mismo, hay un descenso en el número de vídeos que contienen agresión no consentida, y los títulos de los vídeos tienden a ser cada vez menos sugerentes de agresión, lo que indicaría que el público no los busca por ese tipo de títulos.
El contexto lo es todo
Lo que esto ejemplifica es que la violencia se define en función del contexto en el que se realiza la conducta. Si yo voy por la calle y un desconocido me da una fuerte palmada en la espalda sin mi permiso, puedo decir que he sido agredido. Pero si el que me la da es un amigo mío, lo normal será considerar que es una muestra de afecto. Importa la situación y las intenciones de los participantes.
Por ello, si una mujer recibe un azote en el culo durante el sexo y declara que le excita y que disfruta con ello, no podemos valorar eso como una mujer que recibe ese azote y reacciona con disgusto, dolor o miedo. Porque en un caso estamos frente a un acto sexual consentido entre adultos - y por ello lícito, independientemente de lo que le guste o no al que mira - y en el otro es una agresión. Pero en un contexto determinado, para mucha gente la agresión y la dominación pueden ser excitantes.
¿Sorprendente? No tanto, si consideramos qué pasa, por ejemplo, con la ficción literaria.
La ficción romántica es más violenta que el porno
Millones y millones de personas, sobre todo mujeres, leen literatura denominada “ficción romántica”. Estos libros suelen tener una estructura similar: una chica ingenua y poco experimentada atrae a un tipo agresivo y dominante, a menudo forradísimo y con una tranca enorme, que se pilla tanto por ella que debe tenerla como sea, ni consentimiento ni pollas. El tipo procede a acosarla hasta que ella cae en sus brazos, donde a menudo lo que viene después es un montón de sesiones de BDSM donde la chica se lleva azotes, tirones de pelo, le dicen de todo, casi la viola (pero en realidad le gusta) y, al final, ella consigue domarle y él se convierte en el marido de sus sueños, padre devoto y demás.
En los 4 primeros años tras su publicación, 50 sombras de Grey vendió más de 100 millones de ejemplares. Mayoritariamente a mujeres que pagaron dinero de curso legal para leer acerca de una mujer que es dominada, humillada y usada sexualmente. ¿Estamos diciendo de verdad que millones de mujeres tienen un trastorno sexual de alguna clase para encontrar eso excitante?1 ¿Cómo es esto algo que no se considera problemático pero el porno sí?
En la serie de TV Outlander, una enfermera de 1945 casada con un tío viaja en el tiempo a la Escocia de 1743, donde conoce a otro tío del que se pilla, y tanto ella como su hija son frecuentemente amenazadas con violencia, y ambas son violadas de forma gráfica y visible. Aquí tenéis la sinopsis si no queréis ver la serie.
¿Por qué los críticos de la pornografía que argumentan lo peligrosa que es no condenan esto? Pues simplemente porque es ficción, pero con el porno no lo ven igual porque se está realizando un acto sexual semi-real: es medio real porque se producen una serie de respuestas fisiológicas, pero estas conductas están guionizadas, pensadas e interpretadas, del mismo modo que una escena de lucha en una película de acción. Que, por cierto, las películas de acción y de terror tampoco han hecho a la gente más violenta. Ni los videojuegos. Ser un hiperventilado es vivir en el fracaso continuo.
Si no te gusta el porno, es una opinión perfectamente respetable. De hecho, mi opinión sobre la industria del porno es que debería estar en un contenedor en llamas.
Pero no podemos confundir nuestras preferencias (que son lícitas) con imperativos, ni inventar efectos psicológicos que no existen. Hoy en día, no hay evidencia sólida de que el porno cause ninguno de los efectos que se le atribuyen. Pero igualmente la semana que viene veremos qué investigación hay sobre porno y adolescentes.
Bola extra: Un par de charlas
Esta es mi charla en el podcast de Nomu Labs, que acaba de salir, y que grabamos el otro día. Mi cara es porque estábamos hablando del COP, seguramente.
Y esta es la charla C4 que di el pasado día 1, en el Afterlife de Barcelona, que fue divertidísimo, con un público insuperable, a pesar del día de putísima sauna que tuvimos en Barcelona. El calorazo es una operación de abolición para casi cualquier conducta, y aun así vinisteis. Mil gracias.
Otra cosa sería si es normal o no definir semejante mierda de libro como alta literatura, arte trascendente o lo que sea, pero esa es otra movida.
Interesantisimo estudio y análisis, muchas gracias. En mi experiencia de la vida he comprobado que la sexualidad femenina es tan, pero tan compleja que escapa a toda categorización. Como decía aquél: "He visto cosas que jamás creeríais" ¿La regla de oro? por supuesto, si es consentido y libremente practicado, ¡adelante con ello!
Qué importante ésto. 🙏🏼