Por qué pollas haces eso: Condicionados por la vida
De cómo los aprendizajes son los que marcan lo que hacemos, incluso con las cosas que son innatas
Poco a poco intentamos volver a una normalidad en la publicación, aunque la verdad es que hasta final de junio la cosa va a estar jodida entre el cierre y despedida de las universidades, el curso de terapia de pareja con la UAL y el trabajo en la consulta y más cosas. También por eso las entradas serán quizá un poco más cortas, porque prefiero sacar algo un poco más corto, pero de calidad, que no poder sacar nada en absoluto.
En la entrada anterior: Mucha gente piensa que las cosas las hacemos por causas dentro de nosotros (“como somos”, “la personalidad”, “el trauma”), o mejor aún, por el libre albedrío. Lo cierto es que no es así: las cosas que hacemos, las hacemos porque aprendemos a hacerlas, y aprendemos a relacionarnos con nuestro entorno de diferentes maneras (que iremos viendo). Por todo ello, cuando hacemos algo es porque, literalmente, no podíamos hacer otra cosa: nuestra historia previa de aprendizaje y las condiciones del entorno nos llevarán a hacer siempre lo mismo en la misma situación exacta1. La conducta humana se entiende de una manera determinista porque, justamente, sigue unas leyes determinadas. Si no fuera así, no podríamos estudiarla porque sería completamente impredecible y sabemos que, en general, eso no es así. Especialmente si hemos podido observar previamente la conducta de los sujetos, ya que la conducta pasada es el mejor predictor de la conducta futura.
Las palomas y tú, y lo que tenéis en común con las ratas
Normalmente se suele empezar por el condicionamiento clásico, pero aquí vamos a hacer una excepción, porque yo lo valgo.
El condicionamiento operante (también llamado a veces instrumental) es uno de los procedimientos de aprendizaje más potentes e importantes que existen, y más relevante en la mayoría de nuestras conductas. Por eso también ha recibido una atención superior (quizá indebidamente) al condicionamiento clásico, pavloviano o respondiente (son sinónimos aquí), y es uno de los ejes de la intervención en el análisis funcional.
Así mismo, el condicionamiento operante es el medio por el que podemos adquirir conductas que antes no estaban en nuestro repertorio (parece que algo que el clásico no puede hacer), de modo que es esencial para todo lo que significa adaptarse a un entorno. También puede ser un procedimiento por el que se eliminan conductas previamente establecidas, o modificarlas.
¿Y qué es el condicionamiento operante? Un aprendizaje por el que establecemos una asociación entre una conducta y sus consecuencias, cuando realizamos la conducta en presencia de una señal determinada a la que llamamos estímulo discriminativo (porque nos ayuda a discriminar, a distinguir o decidir cuándo es el momento de realizar la conducta).
A la unión de estos tres elementos la llamamos contingencia de tres términos: el discriminativo (Ed), la respuesta operante (RO, llamada así porque el organismo opera de alguna manera sobre el entorno) y la consecuencia de esta. Gráficamente:
Ed —> RO —> C
Ya de entrada, los caricaturistas del conductismo que dicen que todo es estímulo - respuesta se están dejando una de las partes esenciales fuera. El consecuente. Porque la conducta está seleccionada por sus consecuencias de la misma manera que las especies son seleccionadas por la evolución. El contexto en el que vivimos selecciona ciertas conductas y elimina otras, queramos o no.
Esto va a tener consecuencias
Básicamente, pueden pasar tres cosas cuando realizamos una conducta: que la consecuencia haga que la conducta sea más probable en el futuro (reforzador), que la conducta sea menos probable en el futuro (castigo) o que no pase nada (acontingencia o falta de consecuencias).
Un reforzador es una consecuencia de la conducta que hace más probable que repitamos esta en el futuro. Claro, lo que es un reforzador y lo que no sólo podemos saberlo observando, porque no depende del estímulo, sino de la historia de aprendizaje del individuo. Un reforzador no lo es por sus características sino por su efecto en la conducta. Lo que es un reforzador para ti puede no serlo para mí, aunque hay reforzadores que tienden a funcionar de modo más o menos universal, o al menos con una alta frecuencia (como la comida). El vino puede ser un reforzador para ti y para mí no. Un reforzador no tiene siempre que ser un incentivo o una gratificación (aunque a menudo lo sea).
Distinguimos dos tipos de reforzamiento: el positivo, en el que al realizar la conducta se presenta un consecuente (por ejemplo, si haces una cosa te doy dinero) que es reforzante. Pero también tenemos reforzamiento negativo, que es aquel en el que realizar la conducta elimina algo aversivo del entorno. Por ejemplo, si tengo resaca y me tomo una pastilla para el dolor de cabeza y este desaparece, diremos que la conducta de tomar la pastilla (RO) frente al dolor de cabeza (Ed), se habrá visto reforzada negativamente (por la evitación o desaparición del dolor de cabeza).
El reforzamiento negativo es clave en muchísimos problemas psicológicos. Algunos psicólogos conductuales o contextuales como Stephen C. Hayes llegan a afirmar que la conducta de evitación subyace a la mayoría de trastornos psicológicos, si no la totalidad de ellos. Viene a decir que los intentos que hacemos las personas por evitarnos el malestar a menudo nos acaban por causar un malestar mayor a largo plazo, aunque a corto nos alivien.
Un castigo es una consecuencia que hace que una conducta sea menos probable en el futuro. No tiene por qué ser doloroso, o muy aversivo. Por ejemplo, si te digo “ese ejercicio tiene un error” estoy castigando esa conducta, pero no tiene por qué ser doloroso en exceso. Eso sí, igual que a menudo un reforzador es agradable o incentivo, un castigo suele ser desagradable.
El castigo también puede ser positivo o negativo. Como en el caso del reforzamiento, hablamos de castigo positivo cuando se presenta (se añade, se suma) un estímulo al realizar la conducta, por ejemplo, que hagas algo y te den una hostia. Hablamos de positivo en un sentido aritmético, añadimos algo, no tiene que ver con si es bueno o no, agradable o no.
Cuando hablamos de castigo negativo hablamos de restar, eliminar, algún estímulo del entorno que es valioso para la persona: un clásico es decirle a tu crío que no puede ver la TV porque no ha hecho los deberes, o porque se ha peleado con su hermano. La retirada del acceso a la TV es el castigo, y es negativo porque estamos retirando, restando, algo.
El momento lo es todo
La asociación, la contingencia, entre discriminativo, respuesta y consecuencia, necesita que sean próximas, muy próximas en el tiempo. Si no es así, no podremos asociar hacer una cosa con que a continuación suceda algo2.
Claro, esto tiene truco porque, como veremos al hablar del lenguaje, esta capacidad de crear reglas nos permite asociar conductas con consecuencias que no están cercanas en el tiempo. Por ejemplo, ir a trabajar con recibir el sueldo. Pero llegaremos luego a eso, ahora lo que nos interesa es entender cómo la cagamos justamente por no entender la importancia de esto.
Vamos a ver ejemplos de bien y mal, que iremos desarrollando a lo largo de las próximas semanas.
Quiero que mi hijo suelte el iPad cuando se lo pido sin dar por el culo
Hacerlo bien:
Reforzamiento positivo: cuando deja el iPad al pedirlo yo, le alabo verbalmente, usando un lenguaje específico que describe ese comportamiento. Normalmente, las alabanzas y la atención de otros son un reforzador potente.
Castigo negativo: cuando se niega a entregar el iPad o monta una pataleta, le retiro el iPad un tiempo especificado, e ignoro las rabietas y otros intentos de atraer la atención (esto último es extinguir, pero lo veremos luego).
Hacerlo mal:
El crío monta una rabieta y yo me pongo a hablar con la criatura durante 20 minutos para explicarle por qué debe soltar el cacharro. ¿Cuál es la consecuencia de su rabieta? MI ATENCIÓN. Estoy reforzando lo que no quiero.
El crío la lía pardísima y le doy el iPad otra vez para que se calle o le prometo una chuche o lo que sea. Peor todavía. Pero claro, es que devoverle el iPad u ofrecerle las chuches es algo que hacemos porque son conductas reforzadas negativamente para nosotros, los padres, porque eliminamos la estimulación aversiva que suponen los berridos del crío.
¿Os dáis cuenta de lo potente que es esto?
Del mismo modo, si tu adolescente hace lo que le pides y empieza a poner la mesa de motu proprio y tú, porque eres listísimo, José Manuel, le sueltas un comentario sarcastico de “hombre, por fin la princesa de la casa se digna a echar una mano”, estás consiguiendo lo contrario de lo que propones, porque lo que tu hija está aprendiendo es que realizar la tarea de poner la mesa es algo que viene con castigo, tanto si lo hace como si no. Y luego cuando no te obedecen hablamos de trastorno oposicionista o desafiante, porque el problema tiene que estar dentro de ella. Y no es así.
Esto es una cosa especialmente desagrdable en terapia de pareja, por cieto, porque cuando analizamos las cadenas de conducta que hay en los conflictos, vemos que muchas veces la conducta de nuestra pareja que nos desquicia… la estamos reforzando y manteniendo nosotros, o bien estamos impidiendo que realice las conductas que queremos porque las castigamos o extinguimos sin darnos cuenta.
La semana que viene seguiremos ahondando en esto, que es absolutamente apasionante. Pero por hoy os dejo que lo mastiquéis.
Vengan charlas y más charlas
En la entrada anterior también os dije que estuve en Málaga, dando una charla en el Ateneo de la Universidad. Si bien el vídeo no ha subido aún, sí que subimos una entrevista que me hicieron hablando de esos temas y la actualidad política. Aquí lo tenéis.
Hala, de regalo esto
Y de regalo esto otro
https://www.youtube.com/live/8CZOx6j_-7E?si=Fu4fam2FAo68Flpl
O al menos podemos suponer que lo más probable es que lo repitamos. El análisis funcional en el entorno real de los organismos tiene que ser siempre probabilístico, porque es sencillamente imposible conocer la totalidad de las variables que podrían estar afectando la conducta de un organismo en un momento dado.
Hay investigaciones que sitúan el tiempo máximo en unos treinta segundos.
Buenísima i más que interesante Ramon Es un placer escucharte i abrir los ojos i oídos ante la inteligencia i la verdad Que suerte poder seguir aprendiendo i corregir los que creímos como verdadero Gracias por compartir i combatir la ignorancia !!!!
Super interesante Ramón!