En el artículo anterior mencionamos al psicólogo Philip Zimbardo, y cómo un pequeño experimento que hizo en los 70 resurgió una década después como justificación de una serie de políticas policiales más agresivas. Vamos a explicar qué es lo que pasó, pero antes.
La preventa está en marcha ya, en la web de la editorial y en vuestras librerías favoritas. Sale el 21 de marzo. El maquetador lo ha dejado en 304 páginas. Según Íñigo, mi editor, "está la correctora conductista perdida por tu culpa". ¿Será verdad? ¿Será este texto como El Rey de Amarillo del conductismo, que distorsiona la realidad y altera las mentes? ¿Empezaréis a ver contingencias como Neo en Matrix?
No tengo ni reputísima idea. Olga Ayuso lo corrigió la primera y dice que está guay. Victòria escribió el epílogo como en los anteriores. Alba Sotelino explica en el prólogo por qué salivaba jugando al Final Fantasy. Hablamos de la muerte por selfie. De cómo superar a tu ex. De si sirven las cárceles. De establecer hábitos y autocontrol. De pensar y no pensar. Un poco de todo, y mucho menos de lo que se ha tenido que quedar fuera. Estoy agotado, y en esa fase del proceso donde no sé ya si está bien o mal, de tanto repasar.
Victòria me dijo que lo estaría tocando hasta dar al botón de enviar, pero era un documento de Google así que eso no existe (hasta que me echaron del mismo) XD Ha sido lo más difícil que he escrito. Deseo que os guste mucho y os interese por el análisis de conducta.
Como soy gilipollas, y no puedo seguir retocando el texto, canalizo esa evitación en recopilar la bibliografía del siguiente (gracias, Andrea). Pero por ahora, esto ya está. Todo está en manos de la editorial Kailas. Gracias por volver a confiar en mí, una vez más. Y por dejarme que me saliera con la mía con el título XD
Ahora sí, volvemos con nuestra historia.
Me pagan por romper coches
Podéis encontrar una descripción completa del asunto en este artículo de Ansfield (2020).
En el año 1969, el psicólogo social Philip Zimbardo publicó un artículo (Zimbardo, P. G. (1969). The human choice: Individuation, reason, and order versus deindividuation, impulse, and chaos. Nebraska Symposium on Motivation, 17, 237-307).
A Zimbardo, que aún no se había hecho famoso por el mítico experimento de la prisión en la universidad de Stanford (y del que hablaremos pronto), le interesaba muchísimo en aquel momento estudiar las causas del vandalismo, en una época en la que los conflictos sociales en EEUU tenían una violencia que hoy nos parecería sobrecogedora, donde muchísimos grupos terroristas de diferentes ideologías actuaban por todo el mundo, y parecía que cada dos por tres alguien secuestraba un avión. El conflicto entre británicos y el IRA en Irlanda del Norte estaba fortísimo. Franco impuso la ley marcial en Madrid y cerró la universidad por los disturbios. Los soviéticos ocuparon Checoslovaquia poco antes. Los del FLQ pusieron una bomba en la Bolsa de Canadá. Comenzó la masacre de Camboya por parte de Henry Kissinger. Protestas universitarias llegaron a que un grupo de estudiantes tomó la universidad de Harvard y la policía hirió a 45. Miráis el año 1969 en la Wikipedia y es para flipar.
Zimbardo quería falsar, esto es, demostrar como falsa, la teoría de los conservadores de que la pequeña delincuencia y el vandalismo venían de patologías mentales. Así que pensaron el siguiente experimento: cogieron un par de viejos coches, y los dejaron abandonados durante días en Palo Alto (California), y el sur del Bronx. Una zona supuestamente de bien, y la otra que en aquella época era para salir con casco. Zimbardo suponía que en el Bronx el coche duraría aproximadamente dos minutos. Y tenía razón, pero no como esperaba.
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